Sabemos
que somos seres únicos e irrepetibles y esto mismo no debe escaparse de vista
cuando tratamos con un cliente. Si bien es cierto que podemos clasificar a los
clientes según las diferentes conductas, esto no es más que una tipificación
que nos ayuda a estandarizar ciertas estrategias que un momento dado nos pueden
apoyar, sin embargo debemos tener cuidado con una frase conocida que nos dice
“que no debemos cortar a todo el mundo con la misma tijera”. Si hacemos esto
corremos el riesgo de pasar por alto las particularidades de ese cliente y
sobre todo perder su confianza. Por otra parte una mala experiencia con un
cliente no debe ser traspasada al siguiente. Nunca te ha sucedido llegar a un
mostrador y hacer una pregunta donde la persona que da información te contesta
con mal humor, sin prestarte atención y de forma automatizada. Me imagino que
sí. La recepcionista seguramente habrá respondido a esta pregunta muchas veces,
miles quizás, pero para ti era la primera vez que lo hacías y la recepcionista
ha perdido este pequeño gran detalle de vista, haciéndote sentir mal por
preguntar en el mostrador de información. Esto no tiene mucha lógica.
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